Comunicación institucional Fray Mamerto Esquiú
“Recorra las calles de la ciudad, y aquella casa en que vea entrar y salir inmensa multitud de pobres y menesterosos, esa es la casa del Obispo”. Esta expresión recuerda la referencia que se le dio a un viajero interesado en conocer al entonces Obispo de Córdoba, Fray Mamerto Esquiú. La cita también es valiosa para reflejar el sentido de la caridad que marcó la vida del fraile y que supo integrar en sus tareas pastorales.
En su breve tiempo como Obispo de Córdoba, desde 1880 hasta su fallecimiento en 1883, supo dejar numerosos gestos de amor al prójimo. Uno de esos hechos fue la fundación del Taller de la Sagrada Familia.
Signos de caridad que dejó el beato Esquiú
“El domingo 30 de abril de 1882 fue el día de la fundación e inauguración del Taller de la Sagrada Familia, una de tantas obras que Córdoba debe a la caridad ardiente de su Pastor, quien, como educado en la escuela de la piedad cristiana, la refería a solo Dios, ocultando en su humildad la parte de gloria que le correspondía”, relata en su libro Fr. M. A. González.
El Taller de la Sagrada Familia recibía a personas y familias de todas las clases sociales, pero estaba destinado principalmente a los más necesitados de su tiempo, acompañando diversas realidades de pobreza. Con la asistencia de una comunidad religiosa, ofrecían distintas actividades para las mujeres, con espacios de tejido, costura y bordado.
Además, como explica el documento de su fundación, el fin del establecimiento era proporcionar la subsistencia a las familias que lo necesitaban. Para ello ofrecían posibilidades de trabajo y contaban también con un departamento especial para niñas internas y una escuela gratuita.
La gran labor de este espacio quedó reflejada en la prensa de la época, tanto en periódicos de la misma ciudad de Córdoba como en diarios de otras provincias del país. Así lo relataba la prensa de “El Iris” de Tucumán: “El gran ejemplo y el gran beneficio sembrado por Monseñor Esquiú no será aquí olvidado. Si este ilustre prelado supo con su caridad fundar vastísimo Taller donde dar trabajo y salario a cuantas mujeres carezcan de recursos y lo deseen, aquí se proyecta algo de más trascendencia para bien de multitudes”.
Los diversos registros de la época permiten ver que los gestos de Esquiú, llevados a la práctica desde la humildad y el silencio, fueron un gran estímulo para los fieles que lo acompañaban. Así contagiaba el fraile su amor a Dios, amando al prójimo sobre sí mismo.