Un corazón inalterable en la memoria de su pueblo
Son las 3 de la tarde del 10 de enero de 1883. El luto cubre a los pobladores de la posta El Suncho, en Catamarca, que vieron morir a su querido Fray Mamerto. El fraile iba camino a Córdoba, donde ejercía como obispo, pero su malograda salud le impidió continuar el viaje. Quiso Dios que la muerte lo encontrara en su tierra natal.
Si bien el cuerpo de Esquiú fue trasladado a Córdoba y sus restos descansaron durante más de un siglo en la catedral que lo tuvo como máxima autoridad, su corazón tuvo un peregrinar distinto. Él mismo había anticipado que su corazón “era para los catamarqueños”. Ese peregrinar es parte de la historia de fe de su pueblo y ha despertado estudios y debates desde el momento mismo de su muerte.
Repasemos este devenir milagroso y, al mismo tiempo, hoy incierto.
De Córdoba a Catamarca
A los pocos días de haber sido sepultado, se ordenó la autopsia del cuerpo de Esquiú. ¿Por qué? Había rumores de que podía haber sido envenenado. La hipótesis resultaba alarmante para las autoridades de la época y exigía ser aclarada. Según cuenta el padre Luis Cano, en “Fray Mamerto Esquiú, obispo de Córdoba (Argentina)”, la autopsia realizada en el hospital San Roque de “la docta” no encontró sustancias extrañas en el cuerpo. La intervención estuvo a cargo del doctor Antonio (Ruperto) Seara, quien descubrió con asombro que el corazón de Esquiú estaba intacto aunque el resto del cuerpo presentaba señales de descomposición. Seara extrajo el corazón y lo conservó cerca de tres meses con la intención de entregarlo a un museo nacional.
En este punto, ingresa a la historia otro protagonista esencial. Odorico Esquiú, hermano del fraile, solicita al médico el corazón para atesorarlo como un “recuerdo de familia”. Seara se lo entrega junto a una carta en la que da fe de que es el corazón del fallecido obispo. Es mayo de 1883. Odorico emprende un viaje de varios días desde Córdoba a Catamarca para visitar a sus hermanos y continuar luego hacia Salta. Lleva consigo el preciado corazón.
En San Fernando, la capital catamarqueña, Odorico cambia de parecer y dirige una carta al Convento de San Francisco. Allí expresa que en cumplimiento de la voluntad de su hermano, entrega al convento “el órgano más interesante de sus restos mortales: ¡su mismo corazón!”, que fue obtenido “providencialmente” en Córdoba.
En otro artículo de aquellos días, Odorico refiere que cuando “el Padre Esquiú recibía quejas de sus amigos y personas queridas por haberse ido a Tarija, contestaba que su Patria, su familia, sus amigos y su Convento poseían su corazón. Este contesto no fue dado una ni dos veces, sino muchas y muy repetidas”. Este recuerdo es el que confirma su decisión de entregar el corazón al convento para que allí pueda recibir “las manifestaciones del respeto de sus parientes, de sus amigos y de cuantos compatriotas quieran consagrar le un recuerdo de afecto y de veneración”.
Los años en el convento y la visita a Piedra Blanca
El corazón de Esquiú es entregado al convento de San Francisco el 17 de mayo de 1883. Pero la historia de esta reliquia recién ha dado sus primeros pasos. Los hermanos lo colocan cerca del Santísimo, también cumpliendo los deseos de Esquiú. En octubre de 1891, es trasladado a una sala de la portería del convento. En 1902 es colocado nuevamente en el interior del templo. Una placa señala este lugar sagrado.
Pero el viaje del corazón de Esquiú continuaría. El 10 mayo de 1989 fue trasladado a San José de Piedra Blanca, a la casa natal de Esquiú.
Esta visita causó revuelo en el poblado que lo festejó con una caravana acompañando su ingreso a la ciudad y una celebración eucarística. Las cámaras de Diputados y de Senadores de la provincia sesionaron en el pueblo y declararon que ese era el “Día Histórico de la visita del corazón a Piedra Blanca”. Al día siguiente, la reliquia volvió a la capital provincial.
En agosto de 1989, el corazón fue sometido a un complejo tratamiento químico para asegurar su conservación. El procedimiento, realizado en Córdoba, demoró cuatro meses y exigió a los expertos , liderados por el dr. Pedro Olivares, un máximo cuidado para evitar su desintegración. Al final del proceso, Olivares garantizó que incluso podía ser expuesto al ambiente.
Los últimos años: robo y misterio
En 1990 el corazón del querido Padre Esquiú pudo volver a ser visitado por los fieles. Se lo colocó en la sacristía de la iglesia franciscana de San Pedro Alcántara, para que sea visto por todo aquel que ingresara. Estaba cubierto con una campana de vidrio.
Lamentablemente, la paz de la reliquia duraría poco. El 30 de octubre de ese año, un joven robó el corazón aprovechando que una multitud recibía en la calle a la imagen de Jesús Nazareno llegada de Chile. En su huida y para no ser descubierto, el joven arrojó el corazón sobre un techo del convento. El hecho conmocionó a Catamarca y a todo el país, que durante días siguió a través de las noticias la búsqueda del preciado órgano. El corazón fue hallado por dos obreros de mantenimiento. Ya recuperado, con pocos daños, se decidió ponerlo nuevamente en el mausoleo de 1943 y se reforzó el acceso al lugar con una puerta de hierro.
El corazón del fraile fue visitado allí por miles de devotos hasta que el 22 de enero de 2008 fue nuevamente sustraído. Otra vez el pueblo catamarqueño estuvo en vilo durante el tiempo que duró la búsqueda. El caso fue tomado por la Justicia Federal. Pese a que hubo un detenido que confesó haber tirado el corazón en un tacho de basura, el hecho no pudo ser totalmente esclarecido. Se hicieron rastrillajes exhaustivos en el basural municipal, sin resultados.
Ya han pasado más de 12 años y aún no hay certezas de qué puede haber sucedido con la reliquia. Tras haber permanecido 135 años en su tierra natal y al calor del amor de su pueblo, el corazón de Fray Mamerto Esquiú hoy es parte de un misterio. La fe de los devotos mantiene viva la memoria del fraile que siempre quiso estar cerca de su gente.