Carta de Mamerto «Sin renunciar al amor de mi país»…

Ago 23, 2022 | Actualidad, Cartas, Fray Mamerto Esquiú

El 27 de agosto de agosto de 1872 es propuesto para el cargo de Arzobispo de Buenos Aires. Esta es la Carta de Fray Mamerto Esquiú, de renuncia al nombramiento como Arzobispo de Buenos Aires[1]. (Tarija, diciembre 12 de 1872).

A S. E. el Sr. Ministro J. C. è I. P. de la República Argentina.

Señor Ministro:

En octubre último tuve el honor de hacer presente a Vuestra Excelencia que después de considerar con la debida atención el gravísimo asunto de mi nombramiento para el Arzobispado de Buenos Aires, daría aviso a Vuestra Excelencia de la resolución que yo tomase.

Circunstancias insuperables me han detenido en Sucre, sin permitirme hasta el día 8 del corriente, trasladarme a este colegio, donde debía aconsejarme de los que son mis padres y superiores en Jesucristo y con calma y quietud, tomar la resolución que, sin ofender los derechos de Dios y mis deberes para con él, pudiera satisfacer a lo que debo a la generosidad del gobierno de Vuestra Excelencia.

Este ha sido mi voto, este el punto de partida de mis reflexiones: respetar sola la línea de mi deber, y no tener en cuenta sacrificio de ningún género para cumplir el mandato de un pueblo que ha sido y es el segundo amor de mi vida y que hoy hace conmigo un acto de generosidad que llena de admiración a cuantos lo conocen.

Sin renunciar pues al amor de mi país y a lo que le debo, sino antes bien, elevando y purificando todo esto en una región en que desaparece todo interés propio para no consultar sino el mejor servicio de los que amamos y de aquellos a quienes somos deudores de toda nuestra gratitud y respeto, es como he tratado el asunto de mi aceptación o renuncia del gravísimo y muy honorífico cargo ha que se ha dignado llamarme el gobierno de Vuestra Excelencia, y partiendo de allí, de ese principio en que debía colocarme, he deducido como una inflexible consecuencia que no debo aceptar el nombramiento de Arzobispo de Buenos Aires con que he sido honrado.

A nadie que tenga idea del cristianismo puede ocultarse que ese cargo es eminentemente divino, y que consiguiente para su aceptación debe sobre todo tenerse en cuenta el llamamiento de Dios cuya voluntad se conoce en nuestros libros santos. Escuchando esa inmortal y sagrada voz veo y siento que lejos de ser llamado a ese divino cargo, ella me rechaza con la claridad y certidumbre que tiene esta palabra del Apóstol: Apóstol episcopum irreprehensibilem esse[2]: mi conciencia me dice, con una voz que en vano quisiera acallarla, que no tengo esa irreprensibilidad indispensable para el episcopado, y que así mi aceptación importaría una abierta rebelión a la voluntad de Dios, y que de este modo, lejos de que yo obrara según el espíritu de Dios, en ese ministerio exclusivamente suyo y hacer la felicidad de esa arquidiócesis, vendría a convertirme en instrumento de la Divina Justicia que en nada se demuestra más severa en este mundo que en permitir que los indignos lleguemos a ser pastores de su Iglesia. Esta confesión me humilla, pero era debida a la inapreciable bondad con que el pueblo argentino y el gobierno de Vuestra Excelencia se han dignado honrar mi pequeñez y bajeza: al amor es debida toda verdad.

Además, es justo resistir a un arranque de generosidad para que se le dé el lugar merecido al ilustrísimo señor Aneiros que lleva en su sagrada persona el voto del grande y primer Arzobispo de Buenos Aires, el señor Escalada, para sucederle en su puesto. A él toca ser el primero, a éste toca ser el anillo de esa sagrada cadena.

Este acto de justicia a los méritos del señor Aneiros y a la santa memoria del señor Escalada, lo que debo a Dios ante mi conciencia y por consiguiente, lo que debo a ese mismo pueblo que me favorece, me imponen como un deber sacratísimo la renuncia al cargo a que soy llamado: y cumpliendo este deber, la hago formal, deliberada e irrevocablemente ante Vuestra Excelencia para que con las causales que llevo expuestas y la expresión sincera de mi gratitud se digne elevarla al conocimiento del Excelentísimo señor Presidente de la República para los fines consiguientes.

Cualquier insistencia contra esta resolución inspirada por el amor a mi patria bien entendido y por mis deberes con Dios y su Iglesia, no podrá tener lugar porque me retiro de este país a otro más lejano. Allí como en cualquier lugar, por todo el discurso de mi vida conservaré indeleble la gratitud que debo al gobierno de Vuestra Excelencia y no cesaré de hacer votos por su felicidad y la del generoso y noble pueblo que preside.

Dios guarde a Vuestra Excelencia.

Fray Mamerto Esquiú

Transcripción del original: Fray Pablo Reartes. Catamarca: 17/5/2020

[1] Esta carta está publicada en Sermones Patrios del Ilustre Padre Esquiú. Diario Testimonios. Buenos Aires, 1926, pp.42-43.

[2] Sig.: El Obispo Apóstol debe ser irreprochable.

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