Fray Mamerto Esquiú mirado en el contexto de un nuevo Aniversario de la Provincia Franciscana de la Asunción (1612-2021), la Familia religiosa que le abrió la puerta, lo vio crecer, predicar, evangelizar y hoy celebra su estilo de santidad. El 9 de julio se celebran los 409 años de la Provincia Francisana, más de cuatro siglos de dejar huellas y una larga siembra, entre ellas las pisadas del querido fraile y hermano Fray Mamerto Esquiú.
En 1977, escribió Fray Juan Alberto Cortés en su Vida Popular de Fray Mamerto Esquiú que:
“Así como la imagen de Dios ha variado en el curso de los tiempos y a través de las diversas culturas, percibiéndose una evolución cuyos polos son el Dios confundido con la naturaleza y el mundo, y el Dios del amor personal soberano y fecundo; del mismo modo y en consonancia con ese proceso, el ideal de santidad, el esfuerzo del hombre por acercarse cada vez más a Dios, también ha variado con el correr de los tiempos. Desde los primitivos estilitas, ermitaños que buscaban su santificación personal viviendo gran parte de su vida sobre una columna, pasando por los grandes organizadores de la vida monástica y por los que, con su originalidad, promovieron un estilo de vida religiosa en contacto más directo con el pueblo y desde él, notamos un esfuerzo de búsqueda de Dios progresivamente más comunitario, popular e histórico, tal como Dios lo quiso en Jesús.
En nuestra Patria es, sin lugar a dudas, Fray Mamerto Esquíú uno de los más altos exponentes de la madurez de esta expresión de santidad, que define, por otra parte, uno de los componentes esenciales de la “interesantísima Nacionalidad Americana”, con palabras del mismo Esquíú llamada en el concierto de las naciones a desencadenar un nuevo proceso civilizatorio, un nuevo modo de construir y sostener las relaciones de los hombres, ante el evidente desgaste y enfermedad de los proyectos centrales, atentatorios de la vida de todos los pueblos del mundo.
Emociona y conmueve hasta las lágrimas su robusta y profunda fe en un destino trascendente que amalgama a América, la historia, los pueblos y Dios, hecha patente en este estentóreo y formidable grito de grandeza inconmensurable:
“Soy hijo de América, y que no cedo a nadie en amarla, y que mi corazón late de puro entusiasmo por la dignidad del hombre y de los pueblos, porque creo y amo la infinita dignidad de Jesucristo”.
Fray Mamerto Esquíú constituye para todos nosotros un verdadero desafío, para que podamos reconocer y amar como él al Dios de Jesús, al que veía acompañando y forjando todos los instantes de la vida de su amada Patria, a la que consagró sus mejores talentos.”
* Provincia de la Asunción. Memoria de sus frailes. Parte VI – Frailes Historiadores – 369
DISCURSO DEL 9 DE JULIO DE 1853 DE FRAY MAMERTO ESQUIÚ