Señora doña Petrona Molina.
Tarija, Julio 11 de 1862.
Me había propuesto antes de ahora abstenerme de cartas, porque me entristece mucho recordar mi país y las personas de él; pero sería muy cruel conmigo si yo me impusiese este duro silencio sin dirigirme a V., para encomendarme a su caridad, que tenga presente mi muy graves necesidades, y ruegue al Señor que tenga lástima de mí, y me conceda su gracia, y no abuse de sus dones en adelante: haga esta obra de caridad, Doña Petrona; porque mi necesidad es grande: siempre lo ha sido pero antes de ahora disipado y distraído cuanto no es imaginable, no ponía atención en ella, hasta que en los recuerdos aún involuntarios que esta vida silenciosa trae, he venido a caer un poco en la cuenta y la vida pasada me horroriza, y el peligro de abusar otra vez la especialísima gracia que el Señor me ha hecho en traerme a esta casa, me llena de espanto, porque quizá sea la última que la Divina Justicia señala después de tantas y tan grandes que su Bondad ha derramado en mí, y de que yo ingrato y necio he abusado.
V. no cesaría de dar gracias a Dios у de alegrarse en las misericordias del Señor, si conociese los pormenores de la industria con que el Señor me ha metido en estas santas cadenas, sin que yo lo quisiese como debía; comparando mi corazón con el tenor de vida que he abrazado y como he podido llegar a esta casa de Dios, yo que siempre me busco a mí mismo, me espanto, y no explico esta obra, sino diciendo que Dios ha hecho caza de mí, cuando yo no lo pensaba, me imagino, que siguiéndome el Buen Pastor en los desiertos del mundo por largos años, sin que nunca escuchara su voz y se rindiera a sus dulces llamamientos la oveja ingrata y cruel, deja de llamarla, y aparenta ayudarla cuando esta cae en sus precipicios, para que siga su camino, y en vuelta y revueltas sin que ella lo sepa y advierta el tierno Pastor la ha hecho entrar en su redil! ¿No es más admirable el Señor, cuando no se cansa de seguir al pecador, hasta que éste ha recorrido todos los despeñaderos, y sin saberlo como se halla metido en la casa del Señor, que cuando él vuelve sus hombros a la oveja extraviada pero arrepentida? Aquel milagro de misericordia es el que ha obrado Dios en mí; y así como es inefable éste, así también por mi parte no tengo las disposiciones debidas para aprovecharme de él; de manera que en mi hay dos portentos: el de Dios infinitamente misericordioso, ¡y el mío de malicia e ingratitud incomprensibles!.
Esta es una declaración que hago a V., Sofia Petrona, para que lo alabe al Señor por su inefable Bondad, y ruegue mucho por mí, que si abuso de esta nueva gracia se renovaría en mí con todo su horror la malicia de un Iscariote y por consiguiente su espantoso y horrible penar condenado para siempre por un Dios que fue para con él un amigo tiernísimo, y sin embargo, es posible que yo abuse! ¡Es más que posible, si Dios no emplea la Omnipotencia de su Misericordia en salvarme! ¡No se canse, pues, de rogar por mí! ¡Mire que si la mano de Dios no me sostiene, soy perdido! ¡Y para siempre!
Yo que soy pecador no ceso de rogar por V. que no necesita de mis frías oraciones; pero lo hago expresando, cuanto deseo su bien, y que Dios la conserve en su gracia, y V. lo sirva fielmente en todo tiempo, cuando vengan consuelos y cuando no vengan, en toda ocasión sea de Dios, y olvidándose de sí, no respire otra palabra que la abrazada en caridad de mi P. S. Francisco -Dios mío y todas mis cosas!
Dé mis continuos recuerdos a sus hermanas, y Doña Pepa, Doña Isabel y D. Isaías. ¡Cuánto me acuerdo de ellos! ¡Y cuánto bien y felicidad les deseo!
A Dios encomiendo que sea V. santa, Doña Petrona. No se olvide V. de rogarle que perdone mis pecados. -Su Capellán.
Fr. Mamerto Esquiú.
- Libro El Padre Esquiú. Obispo de Córdoba. Apuntes Biográficos. Alberto Ortiz. Tomo I. Córdoba 1883.