En el marco de la celebración de la entronización de las reliquias de Fray Mamerto Esquiú el pasado 10 de mayo de 2019 en la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, compartimos la carta que escribió uno de los frailes menores Fray José Enid Gutiérrez Olmos, ofm Ministro Provincial. En esta carta hizo un «pedido de perdón» en nombre de la comunidad. Al mismo tiempo que le dio la bienvenida a las reliquias del próximo Beato Argentino, agradeció a fray Mamerto su fidelidad y a Dios la obra de este hermano franciscano.
Querido hermano fray Mamerto: «Hoy te recibimos en esta casa, para que te quedes definitivamente en ella. Tantas veces te fuiste buscando seguir más de cerca las huellas de nuestro dulce Señor Jesucristo y siempre regresaste trayéndonos el regalo de su Espíritu, manifestado en el amor a Jesús y a sus hermanos argentinos y especialmente Catamarqueños. Así sucedió cuando, teniendo 36 años, te fuiste a Bolivia, deseando una vida más franciscana, es decir más pobre, más sencilla, más fraterna, más llena del Espíritu, como fuiste llamado desde tu más tierna edad. Fueron 13 años de ausencia, de éste lugar que te reclamaba, porque se sentía huérfano, huérfano de tu palabra, huérfano de tu sabiduría, huérfano de tu presencia.
Regresaste y pensamos que te ibas a quedar aquí, iluminándonos con la Luz que es Cristo y que siempre irradiaste; pero no, cinco meses después, te embarcas para Tierra Santa, tu sueño. En lo íntimo de tu corazón querías vivir definitivamente en la Tierra del Señor, en los lugares por donde tu amado y nuestro amado Jesús, quiso nacer, vivir, morir, para después resucitar creando un Mundo Nuevo al cual todos estamos llamados a disfrutar para siempre… es como si estando allí, estuvieras experimentando ya esa nueva Vida; semejante a los discípulos que estuvieron con Jesús en la Transfiguración, que querían hacer tres carpas, una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías, de modo que pudieran quedarse allí contemplando ese pedacito de Cielo, de Eternidad, que el Señor les estaba regalando.
Pero no, como a ellos, el Señor, por intermedio del Ministro general de la Orden, te despierta de ese precioso sueño y te dice: vuelve a tu casa, lleva el Espíritu del amor, que es el que genera la fraternidad e instálate allí, para que los hermanos de la Orden, vivan como fraternidad evangelizadora que son. Así, después de un poco más de dos años de ausencia, volviste a ésta tu querida casa para, luego un año más tarde, restaurar definitivamente “la vida en común” en nuestra querida Provincia Franciscana de la Asunción. Es decir vivir una vida de hermanos corresponsables unos de los otros y anunciando de esta manera que “no hay otro Omnipotente sino Él”. No habían pasado cuatro meses, cuando te convocan desde Buenos Aires.
El Señor te llamaba para que llevaras la Misericordia que Él quería derramar sobre una gran muchedumbre, haciéndote Obispo de Córdoba. No habías aceptado antes, el ministerio propuesto para ser Arzobispo de Buenos Aires, tampoco aceptaste estar en la terna para obispo de Córdoba, pues nunca te consideraste digno. Querido hermano, vos sabías, ninguno lo es, nadie es digno. Dios nos hace dignos, aún de recibirlo. Pero tu reparo tenía que ver con aquellos seres que tienen una gran conciencia de Dios, por estar muy cerca de Él, y por eso como San Francisco exclaman: quien eres Tú Señor y quién soy yo, gusanillo… Ya en Buenos Aires, conociste la verdad del llamado; aceptaste tal dignidad y carga de Obispo, porque tu anhelo fue siempre hacer la Voluntad del Señor y “Si el Santo Padre lo quiere, Dios lo quiere. Cúmplase su Voluntad”, es tu rendida expresión, del amor a Dios, que se expresa en la obediencia.
Y después de hacer tu profesión de fe, regresaste a ésta tu tierra, para luego irte y no regresar más, al menos de la manera como el mundo te conocía físicamente. Catamarca, seguía conociendo la obra que el Señor iba haciendo, a través de tu persona, en todo el Obispado de Córdoba, porque a todas partes llegaba la noticia de tu “vida entregada a la predicación, doctrina, ejemplo y servicio a los más pobres” y necesitados. Con mucho dolor, porque ahora sí verdaderamente sentía que quedaba huérfano, conoció, el pueblo Catamarqueño, tu partida al Corazón del Padre Dios.
Pero el amor por tus hermanos, no permitió que tu ausencia fuera definitiva, que en espíritu te ibas a quedar en tu tierra natal y en tu casa, la casa de los frailes, por eso, como signo nos enviaste tu corazón incorrupto, llegando él, tres años y algunos días, después de tu última estancia aquí en Catamarca.
Perdón
Viniste de esa manera, para quedarte definitivamente, y así hubiera pasado, sino hubiera sido por nuestro descuido, como hermanos, como frailes, tal vez signo de otros descuidos con los hermanos, negligencias que aún continúan y que vos habías querido, desde tiempo atrás evitar cuando firmaste el documento del “restablecimiento de la vida en común” en los conventos; sí, un día alguien, tan necesitado como nosotros, nos arrebató la reliquia de tu corazón, el precioso signo de tu presencia y cariño a tus hermanos. Hoy, no puedo menos que pedirte perdón por tal desidia, por tal negligencia nuestra, y con este perdón expresarte el propósito de estar atento a las necesidades de todos nuestros hermanos. Esto último, tal vez movido por la gracia que hoy recibimos cuando, nuevamente, nos quieres recordar que siempre hay posibilidades de comenzar de nuevo, el camino de seguimiento a Jesús; por eso nos regalas otro signo de tu presencia, estas reliquias, para ser colocadas a la altura a donde estaba tu corazón, pues el amor a tu pueblo no ha cambiado, sigue intacto, pues tu corazón siempre estuvo y estará aquí. El amor del pueblo catamarqueño, y de tus hermanos, tampoco ha cambiado y te recibe con gozo, en estas reliquias, con la que seguirás recordándonos esa presencia compasiva con la que el Señor Se donó.
Bienvenido a casa
Como te alojarás en la casa de los frailes, yo en nombre de todos los hermanos franciscanos de la Provincia de la Asunción, te recibo con mucho gozo, en estas reliquias, y las encomiendo al cuidado de nuestros queridos hermanos que hoy habitan este lugar, como son: fray Alejandro Verón, fray Eligio Bazán, fray Luis Herrera, fray Sebastián Sotelo, fray Ronén Espósito Strauss y los hermanos postulantes: Roque Vázquez Benitez; Bruno Herrera y Joaquín Correa y en tanto puedo, a los hermanos franciscanos que vendrán después y todo tu pueblo catamarqueño. Tu intercesión Muy querido hermano Mamerto, necesitamos de tu intercesión y que ésta sea más universal, de modo que muchos puedan conocerte y gozar de tu protección y auxilio; por eso estamos pidiendo a nuestro divino Señor, que nos conceda la gracia de completar su maravillosa obra en vos, “glorificándote con la corona de los santos”. Confiamos que por amor a los que han de beneficiarse con tu protección, ores también para que esta gracia senos otorgue. Gracias fray Mamerto por tu fidelidad como Argentino, como franciscano y obispo. Gracias Señor Jesús por el don del hermano menor fray Mamerto. Fraternalmente. Fray José Enid Gutiérrez Olmos, ofm Ministro Provincial. Provincia Franciscana de la Asunción.