Detalles de una despedida

Mar 10, 2023 | Actualidad, Cartas, Fray Mamerto Esquiú

Marcelo Gershani Oviedo

En 1997 publicamos en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca un artículo titulado “La sangre de los Esquiú y Medina en La Puerta del Ambato (Catamarca)”. Allí nos explayamos en la descendencia de Josefa Esquiú, hermana de fray Mamerto, casada con Agustín Delgado. Existen constancias documentales de las visitas que Mamerto realizaba a La Puerta para visitar la familia de su hermana Josefa.

En su Diario de Recuerdos y Memorias, fray Mamerto escribió que, luego de celebrar misa en San José de Piedra Blanca el jueves 16 de septiembre de 1880, pasó a La Puerta, a visitar a su hermana Josefa y despedirse de ella y de su familia, ya que estaba por iniciar su viaje para su consagración episcopal en Buenos Aires. Así lo manifiesta Armando Raúl Bazán en su excelente libro “Esquiú. Apóstol y ciudadano”.

De nuestras investigaciones en el Archivo Parroquial de La Puerta surge que, cuatro días después de su llegada a la localidad ambateña, el 20 de septiembre de 1880, hace ya 140 años, en la Iglesia Parroquial de La Puerta del Ambato, Esquiú impuso óleo y crisma, completando así las ceremonias del bautismo, a un niño de cinco meses. Ese niño, a quien se le impusieron los nombres Salvador María, había sido bautizado por necesidad por el padre fray Francisco Javier Machado. Apadrinando al niño figuran dos hermanos de fray Mamerto: Odorico y Rosa Esquiú. Sabemos que el 11 de septiembre anterior Mamerto había regresado de Salta donde vivía su hermano Odorico y, a juzgar por esta partida bautismal, entendemos que su hermano llegó de allí con él.

Y si recordamos que en La Puerta vivía Josefa Esquiú, como ya lo dijimos, advertimos que, en esos días, sin dudas, los Esquiú se congregaron allí para despedir al hermano, del que ya conocían su pronta consagración como Obispo de Córdoba.

¿Quién era el niño protagonista de la última partida sacramental que conocemos de Esquiú en La Puerta? Salvador María era hijo de Máximo Cubas y de María Antonia Molas, que figuran como vecinos de “la Cañada del Ambato de este Curato”. Y era nieto, por línea paterna, de José Cubas, el gobernador de Catamarca decapitado en 1841 por orden de Juan Manuel de Rosas. Sin dudas, la muerte de Cubas provocó un gran impacto en el adolescente Mamerto Esquiú, que en aquel momento tenía 15 años y vivía en el Convento de San Francisco, frente a la casa del gobernador decapitado y a una cuadra de la plaza principal, donde fue expuesta su cabeza. Podemos advertir referencias a ese momento histórico en su famoso Sermón de 1853.

Hemos ubicado en nuestras investigaciones elementos que certifican la íntima amistad que fray Mamerto Esquiú tenía con Máximo, el hijo mayor del gobernador José Cubas, y su familia.

Al otro día de la ceremonia religiosa a la que hicimos referencia, fray Mamerto escribió una carta a Máximo Cubas. Está fechada en La “Puerta, Setiembre 21 de 1880” y dirigida a “Mi querido amigo don Máximo”. Le dice: “Me he felicitado de corazón por la buena suerte que me ha tocado de haber suplido las ceremonias del santo bautismo a su precioso hijo Salvador María, y con esto agregar a mi antiguo título de amigo el sagrado de compadre… y que me proporcionará el gusto de volverlo a ver aquí antes que me retire a la ciudad. Consérvese bien, abundando más y más en la gracia y consuelos de nuestro Señor”. Y se despide nombrándose su “afectuosísimo amigo y compadre Fr. Mamerto Esquiú”.

Dos días después, el 23 de septiembre, desde el mismo lugar, le escribe nuevamente a Máximo Cubas. Ahora lo llama “mi querido amigo y compadre don Máximo”. Le dice que “su carta con todo lo que ha traído su portador a esta casa ha sido una verdadera lluvia de bondades; el cielo de donde caían es su corazón. Que el Señor se lo pague con la liberalidad que acostumbre hacerlo. Que Usted y mi doña María Antonia sean felices en Dios con toda su preciosa familia: tales son los votos de su mejor amigo en el afecto y en el deseo de servirle”. Y al final le pide que “haga un cariño de mi parte a su ángel Salvador María”.

El miércoles 20 de octubre de 1880, un mes después de la ceremonia religiosa mencionada en la Puerta del Ambato, fray Mamerto Esquiú dejó el Valle de Catamarca para siempre. Escribió en su Diario de Recuerdos y Memorias que ese día celebró “la misa cantada a Nuestra Señora del Rosario en el altar de Nuestra Señora del Valle, encomendándole mi viaje, mi vida y muerte y las de los míos. Por la tarde salgo de Catamarca…”. Fray Mamerto González, el gran biógrafo de Esquiú, agregó: “Para no volver más! ¡Último día de su vida que ve la ciudad predilecta de su corazón!”.

*Artículo publicado en Revista Stella, Catamarca, 2020.

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