Sermón de Fray Mamerto Esquiú en el Miércoles de Ceniza

Feb 17, 2021 | Fray Mamerto Esquiú, Sermones

Sermón del día de Ceniza. Transcripción completa: Fray David Catalán. 

Ponet in pulvere os suum si fortesitspes 

Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza

Lam 3,29

Así como solo la amistad de Dios es el bien abso­lutamente necesario, de suerte que sin él nada aprovecha al hombre el poseer el mundo entero y con Dios hay todo, honor, paz y felicidad perpetua (Deus meus et omnia . Dios es mi todo); de la misma manera, solo una cosa, el pecado, es el mal verdadero; por él se introdujo, dice el Apóstol, la muerte, el llanto, la injusticia, el error todos los males que despedazan nuestra vida! Solo el pecado pudo romper el vínculo que liga la criatura a su creador, el hijo a su Padre que es la misma caridad. El pecado solamente expli­ca la malicia del mundo y la desesperación eterna del in­fierno. El cambia a un Dios de bondad en señor y Juez te­rribilísimo; él hace que la sangre del Hijo de Dios derra­mada por la salvación del mundo endurezca y repruebe al ingrato. El pecado destruiría al mismo Dios si pudiera llegar hasta el trono inaccesible de su majestad infinita. A tan grande mal como este ha opuesto el Señor te­soros incomprensibles de misericordia, un exceso de cari­dad, que para salvarnos se hace hombre el mismo Dios, to­ma sobre sí nuestros pecados y nuestros dolores, nos la­va con su sangre y nos da vida sufriendo la afrentosa muerte de cruz. Entonces se cumplió lo que dice el Após­tol: Ubiabundavitdelictumsuperabundavit et gratia(“donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Rom 5,20).

Solo el pecado pudo romper el vínculo que liga la criatura a su creador…

Pero, ay de mí! Después de tanta caridad de parte de Dios, de méritos infinitos de parte de su Hijo nuestro Señor Jesucristo, después de todo esto, aún es cierto que la malicia de los hombres puede llegar a tal punto que exigía venganza entre tantos motivos de misericordia y hacer que aquella divina sangre que fue vida para los gentiles,ocasione la ceguera y reprobación de los ju­díos. A fuerza de crecer en vicios y gloriarse en la mal­dad, obstinándose en abusar de la divina misericordia e insultar su paciencia, desborda en tal manera nuestra malicia y sube hasta la presencia del Señor y con esto señala el pavoroso instante de la reprobación final:Ascenditmalitiaejus coram me, dice el Señor por su Profeta (Jon 1,2): “Su maldad ha subido hasta mí” Ah! entonces llega hasta la faz de Dios nuestra malicia, cuando esa ofende su bondad, despreciando su amor, los medios de salud preparados por sumisericordia y después de tamaño ultraje del amor, de la justicia, de la santidad y misericordia de Dios,aún queda en paz el pecador, no se avergüenza de sus iniquidades sino que se gloría en cometerlas. Esta horrible libertad es el pecado cuyo clamor llega hasta el cielo, dice el P. San Gregorio: Peccatum cum clamore culpa est cum libertate. “Con un fuerte grito se comete el crimen con la libertad de tu pecado” (El Orador Cristiano, Tomo 4º, 1ª parte). ¿Y cuál es nuestro estado, hermanos míos? Todos somos pecadores; pero lo somos tanto que el clamor de nues­tra malicia llegue ya hasta la presencia del Señor?¿Qué aprecio, decidme, se hace en las costumbres públicas de los deberes cristianos, del pudor, de la decencia, de la piedad para con Dios? ¿Acaso la injusticia, la embria­guez y la deshonestidad viven tranquilas y son miradas con la misma calma que el temor casto, la honradez y probidad? ¿Vale tanto santificar las fiestas como hacer pú­blicas obras serviles, reunirse en los templos o en las orgías, levantar en alto la dignidad cristiana o yacer por el suelo oprimidos del vino, leer un libro de piedad o el malo, confesar a Dios o blasfemar de Él? Ah! Si rei­na en nosotros esa indiferencia de muerte, si nuestra ma­licia ha llegado a tal punto que nos gloriamos en ser enemigos de Dios; si veis en fin que la abominación de la desolación praedictam a DanielePropheta (“predicha por el profeta Daniel”) ha llegado al lugar santo y los labios del sacerdote non custodiuntscientiam (no guardan el conocimiento), y está apagada la luz de sus buenos ejemplos, et eritsicutpopulus, sic sacerdos (“al pueblo como al sacerdote”. Is 24,2); ay de mí! si tal es nuestro estado, sa­bed que somos más perversos que los ninivitas, que los pe­cadores anegados en el diluvio, que los habitantes de Sodoma; sabed que la ira de Dios pesa sobre nosotros tanto más terrible cuanto más callada y silenciosa hiere nuestras ca­bezas criminales. Oíd lo que dice el Señor: Si impiusegeritpaenitentia vita vivet et non morietur(Ez. 18,21: “En cuanto al malvado, si hace penitencia… vivirá sin duda, no morirá”),omniuminiquitatumejusquasoperatusest, non recordabaramplius(Ez. 18,22: “todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas”).

¿Y cuál es nuestro estado, hermanos míos?

¡O peniten­cia! O humilde lágrima, exclama S. Jerónimo (ap. Lud.),tuyo es el poder y tuyo el reino. Tú no temes entrar ante la presencia del juez y allí poner silencio a todos tus acusadores; no hay para ti puerta ni cerradura, nunca ja­más vuelves vacía. Qué diré? Vences al invencible; atas las manos al omnipotente e inclinas a todo lo que quieres al Hijo de la Virgen. Amaestrada la Iglesia de esta verdad consoladora es que con la santa ceremonia de la ceniza, con el lúgu­bre color de los ornamentos de sus altares, con las pala­bras de dolor y penitencia que repite sin cesar en todo el tiempo de la cuaresma, con el ayuno y la confesión de nuestros pecados que nos prescribe, con la memoria de la pasión y muerte de Jesucristo que trae delante de nuestros ojos y por todos los medios procura inspirar a nues­tras almas el sentimiento de la propia malicia y que nos humillemos como los de Nínive para que se aparte de noso­tros el rayo de la divina justicia. Siguiendo pues este espíritu y considerado nuestro peligro no debemos tratar en este día de aquellas materias que lisonjean nuestro orgullo y desvirtúan la cruz de Jesucristo, sino de la observancia del ayuno que nos preserva de la reincidencia en ellas, nos dispone para los demás actos de piedad que se deben practicar en la cuaresma y que sobre todo fue san­tificado en la persona de Jesucristo. Como esta obra es una de las más humillantes que se practican, así también lo parece su predicación y quizá la creáis indigna de gente ilustrada, pero con todo esto el ayuno no solo fue anunciado por Jesucristo, sino que lo practicó El mismo. Ah! y lo que Jesucristo ha enseñado y cumplió puede ser indigno de la atención de los hombres cristianos? Oh Divino polvo! Cualquiera que sea el juicio de los hombres, yo hundiré en ti mi rostro, yo apagaré mi voz en tu inefable vileza y no apartaré de ti mi vida, mis pensamientos y mis palabras hasta que nazca la esperanza en mi corazón y en el de ca­da uno de mis hermanos:Ponet in pulvere os suum si fortesitspes (Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza. Lam 3,29) Dolorosísima y humilde María! Alcanzadnos de vues­tro Hijo Jesús el don de la humildad, única puerta de sa­lud y esperanza para todos y en especial para nosotros los pecadores. Os pedimos este favor por la gracia que ha­llaste delante de Dios y que reconoció el ángel saludándo­te: Ave Maria gratia plena.

el ayuno no solo fue anunciado por Jesucristo, sino que lo practicó El mismo.

La Iglesia, nuestra madre, nos propone hoy en el Evangelio de la misa aquellas palabras de Jesucristo, re­probando la afectada tristeza y austeridad con que los fa­riseos practicaban el ayuno, dirigía a sus discípulos:Cumautemjejunatis,nolite fieri sicuthypocritae tristes; extermi­nantenim facies suas ut appareanthominibusjejunantes. (Mt 6,16: “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan”). Era que aquellos hombres anhelaban el honor que sigue a la práctica de la piedad, porque conocían aunque perver­sos que ninguna gloria es más grande, ninguna fama es más positiva, amable y duradera como la que deja en pos de sí la virtud; de este modo, prudentes y sabios para el mal, querían los fariseos reunir en sí el honor de la piedad y la comodidad de sus vicios; pero la verdad eterna los descu­bre diciendo: Cuando vosotros ayunáis no queráis poneros tristes como los hipócritas que adelgazan sus rostros pa­ra aparecer mortificados a los hombres. Mas aunque de pro­pósito no se busque la estimación humana, hay en ella siempre el gran peligro de la soberbia, y para dejar este co­mo había reprobado el torpe comercio de los hipócritas,añade el divino maestro: Tu autem cum jejunas unge caputtuum et lava faciemtuam(Mt 6,17:Pero tú cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro); esto es, respirad alegría y contento en vuestro semblante cuando os atormentare la mortificación del ayuno. Tal es la celestial doctrina con que en los prime­ros siglos inauguraba la Iglesia el santo ayuno de la cua­resma, porque entonces era observado con sumo rigor por todos los fieles, sin que nuestra madre tuviera otra cosa que el peligrode la soberbia que acecha a todas las obras de piedad; pero, ay de mí: Incrassatusestdilectus, et recalcitravit; incrassatus, impinguatus, dilatatus, dereliquitDeumfactoremsuum et recessit a Deo salutarisuo (Deut32,15: Come Jacob, se sacia, engorda Yesurún, respinga, – te has puesto grueso, rollizo, turgente -, rechaza a Dios, su Hacedor, desprecia a la Roca, su salvación.); y ved aquí que ya es necesario predicar no la doc­trina del peligro de la vanidad y el deber de huir (de) la hi­pocresía, sino que es preciso exhortar a los pocos que ayunan, que no se avergüencen de llevar en sí la mortificación de Jesucristo y al mayor número que se resuelva a practicar este ejercicio de piedad, de obediencia y de religión. Ah! Tan grande es nuestra miseria, que no podemos ni Saludar el más sencillo de nuestros deberes, sin que experimente­mos la confusión de reconocernos cristianos degenerados, indignos de llevar el nombre de aquellos primeros fieles, verdaderos soldados de Jesucristo, que no lo imitaron en sufrir la muerte como El, sino porque nunca conocían la paz del mundo y de la carne, con quienes estaban en perpe­tua guerra por la mortificación de sus cuerpos y abstrac­ción del siglo presente! A estos fieles discípulos del Se­ñor, repetía la Iglesia: Tu autem cum jejunas, unge caputtuum et lava faciemtuam! (Mt 6,17: Pero tú cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro.). Pero a nosotros, qué debe decir­nos sino las palabras de aquel sublime llamamiento que ha­cía el Apóstol a los gentiles y paganos: Surge quidormis et exurqe a mortuis et illuminabit te Christus? (Ef 5,14: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo”)Agnosce, o Christiane, dignitatemtuam!(“reconoce, oh cristiano, tu dignidad”). Tu  Señor es un Dios de santi­dad infinita, ser purísimo a quien conviene adorar en es­píritu y verdad; ¿por qué pues te revuelves en el cieno de los sentidos? ¿Por qué haces un ídolo de tu vientre, sacri­ficando a sus apetitos bestiales la dignidad de tu alma,la primogenitura celestial que Jesucristo te ha merecido con su muerte? ¿Por qué no te vistes de su inestimable mortifi­cación para que seas transformado en la gloria y claridad de Dios vivo? He aquí la triste materia de predicación que nos corresponde a nosotros. Para determinarnos con generosa resolución al cum­plimiento del ayuno que nos prescribe la Iglesia bastaría considerar los estragos de la gula. Pues,¿qué vicio hay que no se origine de la sensualidad? ¿Qué calamidad no ha tenido en ella su principio? ¿No era el aspecto deleitable y el sabor de la fruta prohibida del paraíso lo que arras­tró a Eva a la inobediencia y rebelión contra Dios? ¿No inun­daron las aguas del diluvio toda la tierra dando muerte a cuanto respiraba en ella, porque toda corrompió sus cami­nos: Omnisquippe caro corruperatviamsuam? (Gén 6,12: “porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”). Aquel inaudito crimen que cometieron los israelitas de adorar por dioses a unos becerros de metal, al mismo tiempo que el Dios del cielo, el Dios de sus padres hacía sentir su presencia en la cumbre del Sinaí, esta idolatría la más criminal que se ha cometido de dónde nació sino de haber agravado sus corazones con la crápula y haberse corrompi­do en las danzas lúbricas que siguieron a la embriaguez y a la gula, diciendo la Sagrada Escritura: Sederunt mandu­care et bibere et surrexeruntludere? (Ex 32,6: “Luego se sentó el pueblo a comer y beber, y después se levantaron para solazarse”).

el Dios de sus padres hacía sentir su presencia en la cumbre del Sinaí…

Aún más que todo esto hace patentes los estragos de la gula aquel ejemplar eterno de la malicia del hombre y de la ira de Dios, que para siempre ofreció la infame Pentápolis. Nunca fue ni será más atroz el furor de la lascivia que lo que llegó a ser entre los sodomitas; a la luz del sol y en las calles y plazas públicas ejercían actos nefandos. La honda corrupción era tan universal que en cinco ciudades no se hallaron cinco hombres jus­tos que detuvieran el brazo de la divina justicia y terri­ble y espantosa cayó sobre aquellos réprobos, haciendo como una muestra de la ira del Señor en el día del juicio y del castigo que padecen los condenados en el infierno! Una lluvia de fuego entre el fragor de un interminable estam­pido extinguió aquella generación de hombres pésimos,que eran de peligro para toda la especie humana. Y bien,her­manos míos, ¿cuál fue el origen de la imponderable malicia de los sodomitas? ¿Qué pábulo pudo atizar ese fuego del infierno que devoraba sus entrañas? La sagrada Escritura nos recuerda esta triste verdad diciéndonos en Ezequiel: EccehaecfuitiniquitasSodomae: superbia, saturitaspanis,abundantiaet otiumipsius (Ez 16,49: “He aquí, esta fue la iniquidad de Sodoma, el orgullo, la plenitud de pan y la abundancia, y la ociosidad de ella”). Por donde se ve, dice Cornelio A Lapide (hic) cómo el brutal egoísmo de la crápula hace a los hombres imprudentes despreciadores de Dios y de sus semejantes. Estos pavorosos escarmientos que nos ofrecen pueblos enteros y toda la especie humana se repiten con horrible frecuencia en los individuos, de los que unos por la gula y embriaguez sufren el castigo del diluvio en el extermi­nio de toda vida espiritual, otros se ven consumirse en el fuego impuro de la lascivia y otros se envilecen hasta la idolatría de su vientre, y todos comienzan su carrera de perdición por el amor de los deleites sensuales que los llevan hasta dar con el día malo, como dice el profe­ta Amos:Vaeillisqui… in diem malum, dormientes in lectiseburneis, lascivientes in stratissuis, comedentesagnos ex gregibus et vítulos ex medio armentorum, bibentesvinum in phialis et optimisunguentisdelibuti!(Cf Am 6,1.3-4.6) ¡Ay de aquellos que… en el día funesto, durmiendo en camas de marfil, recostados en sus lechos, comen corderos del rebaño y becerros sacados del establo, beben vino en copas y se ungen con los mejores aceites. En las cuales palabras es muy de notar que allí no se mencionan los excesos chocantes a la justicia y al pu­dor, sino solo ese sistema de regalo y contento de los sen­tidos, que cada uno trata de poner en práctica según sus recursos. Mas, ay de nosotros, sumidos en este letargo! ay de nosotros, dice el profeta, que por causa de este uni­versal deleite que aspiráis por todos los poros de la vi­da estáis ya reservados para sufrir lo malo de aquel día que es la eternidad infeliz: Vaequiseparatiestis in diem malum! (Ay de ustedes que creen alejar el día funesto).Y por qué, o profeta de Dios, puede venirnos tan grande mal en disfrutar aquellas cosas que no son manchadas ni con la injusticia, ni con torpeza ninguna? ¿Por qué? Ah! ¡Es verdad que no se busca el regalo de los sentidos,la hartura y todos los deleites posibles sino porque puesto el corazón en ellos, se reputan estables y permanentes y no como son en la verdad instantáneos y fugitivos! ¿Y qué mayor trastorno de la razón, de la fe y de nuestro último fin puede darse que el olvido de Dios por las cosas vanas? ¿Qué malicia más enorme que la que pospone la eternidad al tiempo, la razón y la fe a la carne y la gloria de Dios al gusto momentáneo? Quitad del mundo este horrible tras­torno; suponed que los hombres estiman las cosas en lo que ellas valen, la eternidad como eternidad, Dios en lo que Es, el alma como espíritu inmortal, el cuerpo como polvo, la gloria del mundo como aire vano, las riquezas como es­pinas, la virtud como lo más noble y hermoso que hay sobre la tierra y el manantial único de paz y felicidad para el corazón humano, todas las cosas en fin como ellas son ¡dad­me la justa apreciación de lo que es objeto del hombre y tendréis la reforma universal; desaparecería la injusticia, la ambición no levantaría esos tronos de cadáveres para sentarse en ellos rodeada de una nube de violencias y de vapores de sangre humana; no existiría ese vicio infame del hurto; no conoceríamos el furor de la lascivia y des­honestidad; reinaría la paz, el amor verdadero, la espe­ranza de los bienes eternos, beberíamos a torrentes de las aguas vivas de nuestro Dios, en vez de estar enfanga­dos en los charquillos del mundo! Pero mi pueblo, dice el Señor por Jeremías, cometió dos maldades, la una en aban­donar el bien y la otra en buscar su perdición, reputando los deleites presentes. Por donde se ve, hermanos míos, que la gula no es solo una de aquellas tres causas de todo pecado que seña­la el evangelista San Juan diciendo; Omnequodest in mun­do concupiscentiacarnisest, et concupiscentiaoculorum et superbia vítae(1Jn 2,16: todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida); sino que de todas ellas es pri­mera y capital; porque la soberbia no existe sino después de la codicia y sensualidad y esta precede y engendra a la codicia. Aplicando a nuestro propósito las consideraciones que llevamos hechas y viendo que en la gula y regalo de los sentidos está el principio de todos los vicios y de todas las calamidades que abruman al hombre, la sola ne­cesidad de destruir esta fuente de malicia y perdición, era un motivo más que suficiente sino de estricta necesi­dad para abrazar animosos la santa práctica del ayuno que nos propone la Iglesia; pero él además de esto es una virtud que encierra en sí la piedad, la obediencia y la religión. Examinemos cada una de estas tres virtudes que constituyen obligatorio además de conveniente y nece­sario el ayuno eclesiástico de la cuaresma. Hay pocos hechos en la disciplina de la Iglesia que lleven consigo tan augusta grandeza como esta insti­tución de la cuaresma. Ella se remonta en su origen has­ta los mismos apóstoles que la prescribieron; de ella se encuentran magníficas figuras por todo el Antiguo Tes­tamento que revelan la satisfacción de la divina justicia, ya la alianza de Dios con los hombres, ya el ejercicio de las misericordias del Señor; todo esto ligado siempre al misterioso número de cuarenta. El diluvio de cuarenta días y cuarenta noches purgó la tierra de los pecadores y preparó la*; alianza del Señor con Noé y de sus descen­dientes. Los ninivitas hallan misericordia con cuarenta días de penitencia que también era el plazo señalado por Jonás para su exterminio. Moisés recibió de Dios las ta­blas de la Ley y del primer testamento después de prepa­rado con el ayuno de cuarenta días. Elías en fin después de su ayuno misterioso consiguió ver la faz del Señor en la cumbre del monte Horeb. Y si en la edad de las sombras y figuras era tan eficaz el ayuno cuadragesimal[1] para ob­tener misericordia, para hacerse familiares de Dios y el hombre levantarse a la contemplación de las cosas celes­tiales y tan necesario para reanudar con nuevos pactos y alianzas los vínculos rotos entre Dios y su rebelde creatura, que ni Noé ni Moisés los celebran sin que preceda la expiación cuadragesimal; si esto era en la Ley escrita cómo no será más necesario este santo ayuno en la ley evangélica que es toda de gracia y espíritu? Cómo santificare­mos nuestras almas y prepararemos a la digna celebración de los augustos misterios de la muerte y resurrección gloriosa de Jesucristo? En la institución del ayuno cuadrage­simal no respira en la nueva y en la antigua ley sino gra­cia y perdón, santificación y misericordia; es un verdade­ro monumento de la virtud de la esperanza, porque el ayuno no existiera si no fuera eficaz la penitencia para borrar nuestros pecados! Cuán dignas son de los labios de Jesucristo estas sus apalabras: Tu autem cum jejunas unge caputtuum et lava faciemtuam(Mt 6,17:Pero tú cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro). Abrid, pues, hermanos míos, vuestros corazones al júbilo de la esperanza cristiana que tanto falta os hace para vuestra salud eterna y para la paz de la vida presente,proponiéndoos la observancia del santo ayuno de la cuaresma; él es cierto mortifica y humilla, pero la esperanza no nace sino a condición de humillar en el polvo nuestras almas: Ponet in pulvere os suum si fortesitspes (Lam 3,29: Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza).Tanto bien y consuelo como lleva en sí el ayuno no existen, sino porque con él se cumplen grandes virtudes: examinemos las principales de religión, obediencia y pie­dad que hemos indicado. El ayuno de la cuaresma es en primer lugar un acto de religión. En el siglo XVI en que tuvo principio el pro­testantismo, aquella herejía que se empeñó quitar todo lo que contradice al orgullo y sensualidad, clamaba un siervo de Dios el no ayunar la santa cuaresma ha sido malo en todos los tiempos, pero el no hacerlo en este si­glo infeliz en que los herejes por solo odio a la Iglesia católica se hartan de los manjares prohibidos, es sumamen­te malo; siempre fue el ayuno un acto de obediencia y detemplanza; mas ahora lo es también de fe y de religión con lo cual se profesa y defiende en realidad la fe católica.

Cómo santificare­mos nuestras almas y prepararemos a la digna celebración de los augustos misterios de la muerte y resurrección gloriosa de Jesucristo?

Como los herejes que se han separado de la Iglesia Romana detestan sobremanera la abstinencia y el ayuno Cua­dragesimal,     el cristiano da testimonio de la integridad de su fe, del odio a la herejía y de su adhesión a la Iglesia observando estas leyes santísimas que detes­tan y conculcan los herejes. Esta exacta observación hacía Fr.Luis de Granada en un reino a donde no penetró la nueva herejía limitada a Es­tados en que dominaban sus fautores; y con todo esto aquel grande hombre juzgaba ser un acto, de religión la observan­cia del ayuno; pero qué dijera cuando el espíritu de apostasía ha invadido todos los reinos, todos los estados y mi­na las familias, no habiendo una quizá entre los presentes que no haya oído palabras de impiedad y a quien no se haya acercado la antigua serpiente del paraíso para inspirarle el error; cuando por todas partes encontramos altivos despreciadores de Dios y de Jesucristo y de su Iglesia; en esta guerra de cuerpo a cuerpo que sostienen los católicos y racionalistas en nuestro siglo mucho más infeliz que el XVI, cómo no será obligatorio y necesario el acto de religión que desde ahora tres siglos se cumple con el ayuno? Ha crecido el odio a la Iglesia y el egoísmo de la crápula que en ma­la hora dio a luz el protestantismo, infestando como el có­lera la atmósfera de los pueblos católicos, no habremos de oponerle la observancia del santo ayuno como un acto de nuestra profesión de fe? Palabras no bastan, hermanos míos; el modo más eficaz de rebatir los errores de nuestro siglo que se reducen al orgullo y glorificación de la carne, la verdadera defensa de la fe de Cristo crucificado y de su Iglesia es mostrar nuestra observancia a las leyes ecle­siásticas y profesar públicamente la mortificación de Je­sucristo, observando el ayuno. No quiero decir que el que no ayuna deja de ser cristiano; Dios nos libre de semejante error; lo que deci­mos es que el no cumplir este precepto es falta a la obli­gación de sostener y defender su fe; creerá cuanto es ne­cesario para no perder el hábito de esta virtud; pero no la confiesa, no da testimonio de ella como es necesario para la salvación, diciéndonos el Apóstol: Cordecreditur ad justitiam, ore autemconfessiofit ad salutem (Rom 10,10: Porque con el corazón se cree para conseguir justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación); sobre lo que dice el intérprete: Fidescordis valet et necessariaest ad acquirendamjustitiam; professio vero fidei valet et necessariaest ad justitiamhancconservandam et augendam (La fe del corazón es necesaria y suficiente para adquirir justicia;la profesión de fe es necesaria y suficiente para mantener e incrementar la justicia). Esta fe que justifica bro­tó del corazón de Jesucristo abierto con una lanza después que dio su vida en la cruz por nuestro amor; se ha exten­dido en el mundo y se conserva en él por espacio de dieciocho siglos a costa de la vida de su sangre, a costa de in­cesantes sacrificios de los apóstoles, de los mártires y de todos los confesores de Jesucristo; a este precio la hemos recibido nosotros; y no queremos conservarla paranuestro bien y el de los que vendrán en pos de nosotros al bajo precio de la sencilla y honesta mortificación del ayuno? Si en medio de nuestra sensualidad ha quedado aún alguna centella de amor a la religión católica no creo que le podréis negar este pequeño sacrificio. También os lo impone la virtud de la obediencia. En toda vez que se cumple el mandato de nuestros superiores se obedece a Dios; pero de ningún superior está dicho lo que el Hijo de Dios ha afirmado de su Iglesia; nadie como ella tiene títulos tan auténticos de su divina autoridad: Sicutmissit me Pater, et ego mitto vos (Jn 20,21: Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes), decía Jesucristo a sus apóstoles. Ved ahí los títulos de la autoridad de la Iglesia. Cuando el ministro de un monarca recibe plenos poderes de su soberano, él tiene toda la respetabilidad que este; si se le veja, su mismo sobera­no se cree vejado; si se le reverencia, honramos al mis­mo que le dio sus poderes; no conocemos diferencia moral entre el embajador y su gobierno; quién pues dirá la suma de poder y autoridad que tienen los pastores de la Igle­sia que son plenipotenciarios enviados de Jesucristo, y el respeto, el honor y la sumisión que por esta causa les de­bemos? El Apóstol Pablo a pesar de reconocerse indignusvocariApostolusquoniampersecutus sum Ecclesiam Dei (1Cor 15,9: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios), su profunda humildad, no le impidió reconocer en sí esta inefable misión y proclamarla ante el mundo entero,diciendo en su carta a los Corintios Pro Christo ergo legationefungimur, tamquam Deo exhortante per nos (2Cor 5,20: Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros).

Esta fe que justifica bro­tó del corazón de Jesucristo abierto con una lanza después que dio su vida en la cruz por nuestro amor

Basta, hermanos míos creer en la doctrina de Jesucristo para que reconoz­camos que en obedecer a la Iglesia se obedece al mismo Dios y a Él se desprecia cuando no se hace caso de lo que ella nos manda; pero esta consecuencia la expresó Él mis­mo diciendo a los Apóstoles: Qui vos spernit, me spernit, qui vos audit me audit; quiautemspernit me, sperniteum, quimissit me (Lc 10,16: Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado),para darnos a entender la fuer­za e intención de voluntad con que legaba a los pastores de su Iglesia su divina autoridad. Y aunque con muy claras maneras había revelado Je­sucristo lo que decía a sus apóstoles, era igualmente di­rigido a los sucesores de ellos, como al dar a Pedro la primacía en su Iglesia le hablaba de los triunfos que así fundada obtendría de todos los poderes del mal, cosa que no terminó con la vida del apóstol, sino que continúa en el pontificado romano y al decir: Ite, docete omnes gen­tes (Mt 28,19: Ve, enseña a todas las naciones), añadía: Ecce ego vobiscum sum omnibusdiebususque ad consumationemsaeculi (Mt 28,19: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo); para que constase que hablaba con todos los pastores de su Iglesia, que sola sin los apóstoles recorrería el camino de los siglos, a pesar,digo, de estos celestiales documentos de que la misión con­fiada a Pedro y a los apóstoles persevera en el Pontífice Romano y en los demás obispos, todavía el Señor quiso re­velarnos esta misma verdad por boca de S. Pablo que decía a los obispos del Asia Menor, que ni fueron apóstoles ni discípulos del Señor, sino sucesores de aquellos, estashermosas palabras: Attenditevobis et universo gregi, in quo vos Spiritus SanctusposuitEpiscoposregereEcclesiam Dei, quamacquisivitsanguinesuo (Hch 20,28: Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo). Cuando de tal modo está encarnado Nuestro Señor Jesucristo en su Iglesia que resplandecen en ella su mis­mo poder y su autoridad, son muy debidos el respeto y su­misión que profesamos a sus dogmas, a sus preceptos, a sus ritos, a la más pequeña ceremonia, todos, tanto los hombres de talento como los más humildes, un San Agustín, un Santo Tomás de Aquino, S.Francisco de Asís y Santa Teresa de Jesús. Aquel resumía la perfección de su orden en estas pa­labras: Siempre fieles a los pies de la Santa Iglesia,guardemos el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Es­ta no se cansaba de repetir a la hora de su muerte: Al fin muero hija de la Santa Iglesia! Esta Iglesia, pues, que se llama católica, Apostó­lica, Romana, para distinguirla de las falsas por esas se­ñales que son igualmente testimonios de su verdad, esta Iglesia, digo, objeto de amor y sumisión de todos los fie­les, depositaria de la gracia y verdad de Jesucristo,ani­mada y regida perpetuamente por el Espíritu Santo, fruto inestimable de la vida, pasión y muerte del Hombre Dios, que le ha dado sus caracteres de debilidad y fortaleza, de la debilidad del hombre y de la fortaleza de un Dios. Esta Iglesia tan santa, tan augusta, verdaderamente divi­na es la que desde los tiempos apostólicos nos ha impues­to la obligación del ayuno cuadragesimal. No querríais mortificar un poco el apetito de comer en obsequio y obe­diencia de ella, o mas bien de Jesucristo que por su me­dio nos lo manda? No observareis, hermanos míos, el pre­cepto de la cuaresma que es tan antiguo como la Iglesia y que versa solare una materia en sí misma tan sencilla como conveniente y necesaria, cual es el ayuno? Os parecerá increíble esta suma de bienes que los Santos Padres y santos intérpretes afirman del ayuno; pe­ro si conocieseis el don de Dios y a qué espíritu pertenecemos por el Bautismo y la fe cristiana; si vuestra alma se detuviera alguna vez delante de Jesucristo, así como ha buscado, ha amado, ha idolatrado) todo lo que no es El, si diéramos oído a sus palabras de vida eterna y dejáramos que nos ilumine un rayo de su luz para conocer el misterio de su amor, lo que ha hecho por vosotros y la vocación a que somos llamados; si esto sucediera, diríais que los san­tos Padres quedan cortos en los elogios del ayuno y que cuanto se diga siempre es menos que la realidad de su vir­tud, de su honor, de su dignidad, de su mérito, de la gra­cia y hermosura que tiene delante de Dios. El ayuno cuadragesimal tiene en sí una dignidad, un mérito inefable y di­vino. Jesucristo ayunó y en qué circunstancias! Dejadme que palabra por palabra como trae el sagrado Evangelio, cuente esta inefable historia (Mt, 3,16-17): BaptizatusautemIesus, confestimascendit de aqua; et ecceapertisunteicaeli, et viditSpiritum Dei descendentemsicutcolumbam et venientemsuper se (Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él). Et ecce vox de caelisdicens: “Hic estFiliusmeusdilectus, in quo mihicomplacui” (Y una voz que salía de los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”) TuncIesusductusest in de sertum a Spiritu, ut tentaretur a Diabolo. Et cum ieiunassetquadragintadiebus et quadragintanoctibus, postea esuriit. Et accedenstentator dixit ei: “Si Filius Dei es, dic, ut lapides isti panes fiant”.Quirespondens dixit: “Scriptum est: «Non in pane solo vivet homo, sed in omni verbo, quodprocedit de ore Dei (4,1-4: Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios)

El ayuno cuadragesimal tiene en sí una dignidad, un mérito inefable y di­vino. Jesucristo ayunó y en qué circunstancias!

Eccefratres, ori goatque dignitas quadragesimalisjejunii, quae non solum ab Ecclesiae sed a Christi auctoritatemanavit… Je junio suo,jejunium hoc quadragesimalesacravit et caelestemeivirtutematquedignitatemcontulit (Fr. Lu Gr. Cob. 1. D. 1 Quadr.). Ayunó Jesucristo para que conociéramos cuán grande bien y qué fuerte escudo es el ayuno contra las ase chanzas del demonio; y la practicó después de ser bautiza­do por Juan para enseñarnos que una vez consepultiChristo per baptismum como lo estamos todos los cristianos ya debe­mos atender solamente a la mortificación propia y no a las obras de la carne (S. Juan Crisóstomo, Horn. 12 in Math).Ayu­nó, y después de los cuarenta días y no en ellos, nota el P.San Hilario, tuvo hambre, et postea esuriit, non subrrepenteoperatione, sed naturaesuaehomine derelicto incomprensible de su amor y de su omnipo­tencia con que quiso dar lugar a que le tentase el demo­nio, e invitaba a nosotros, dice S. Buenaventura ad penitentiae (a penitencia). Ah! Qué amor el de Jesucristo! Qué ejemplo el quenos da con su ayuno! Es Dios verdadero y hace penitencia como pecador. Sí, es Dios verdadero; pues no veis como triunfa del mundo que está de rodillas al pie de su cruz y su gracia arranca el amor de nuestros corazones y la tierra toda está regada con la sangre de los apóstoles, de los mártires que han muerto por dar testimonio de loquodvidimusoculisnostris, quodaudivimus, quodperspeximus et manusnostraecontrectaverunt de Verbo vitaeannuntiamusvobis ut et vos societatemhabeatisnobiscum et societasnostrasit cum Patre et cum Filio eiusIesuChristo (1Jn. 1,1-3: …lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos oído, lo que contemplamos y tocaron nuestra manos, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo). Sí, es Dios y permite ser tentado por gula como lo fue el primer hombre y oculta su majestad infinita para vencer al demonio con la debilidad de nuestra carne. Y este ejemplo, hermanos míos, el ver a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que habita el desierto con las bestias! et eratque cum bestiis (Mc 1,13: estaba entre los animales ) por el espacio de cuarenta días, que se abstiene de comer y be­ber y por un milagro de su amor padece el hambre un Dios que revestido de nuestra naturaleza permite ser tentado por el mismo demonio, y lo vence invocando un testimonio de la S.Escritura como lo haría el más humilde siervo de Dios; este ejemplo no habla a nuestro corazón? Por noso­tros y por solo nuestro bien lo ha hecho Jesucristo. Christuspassusest pro nobis, nobisrelinquensexemplum, ut sequaminivestigiaeius (Cf. 1Ped 2,21: Cristo sufrió por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas); y en una cosa tan sencilla como el ayuno, que fue practicado en la antigua ley que lo hicieron los gentiles, que lo hacen aún los mahometanos, frustrareis vosotros el amor, el ejemplo, la humi­llación de un Dios hasta el polvo, el hambre que de nues­tra salud tiene Jesucristo? Nuestros pecados piden venganza, y no aplacareis la cólera divina con la mortificación del ayuno que hicieron los ninivitas? La Iglesia nos lo manda, la fe cristiana debe profesarse para preservarla del error que la combate,¿y vuestra comodidad, vuestro regalo importan más a vuestra decisión que la Iglesia, que Jesucristo, que la santidad infinita ultrajada con nuestros vicios, con nuestra corrupción e ingratitud? [1]Cuadragesimal: referido a la Cuaresma,es el periodo litúrgico de 40 días de preparación para la Semana Santa. Tiempo que transcurre desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo. Descargar archivo en PDF

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