Decreto sobre las Virtudes de Fray Mamerto Esquiú

Dic 11, 2020 | Beatificación, Fray Mamerto Esquiú

CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS CÓRDOBA EN ARGENTINA

BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

M A M E R T O E S Q U I Ú

De la Orden de los Hermanos Menores
Obispo de Córdoba en Argentina

(1826-1883)

DECRETO SOBRE LAS VIRTUDES

“En el decurso de la historia, algunos santos iluminados, tanto varones como mujeres, se distinguieron en la vivencia de la fe, la esperanza y la caridad” (Benedictus XVI, en la encíclica “Deus caritas est”, 40).

El Obispo Mamerto Esquiú, movido por el amor a Dios y a su pueblo, tuvo parte activa en la vida de la Iglesia y en la naciente organización de la nación Argentina, a quien brindó, tanto a los habitantes como a sus instituciones, la luz del Evangelio y la caridad de Cristo, único Redentor del hombre.

Este ferviente cooperador en la edificación del Reino de Dios nació en la población llamada Piedra Blanca, diócesis de Catamarca, en Argentina, el 11 de mayo del año 1826, en el seno de una familia religiosa bien conformada, la que le enseñó a recorrer el camino del Señor y seguir los pasos de San Francisco. A los 10 años ingresó, como alumno, al convento franciscano de Catamarca. En al año 1842 emitió los votos religiosos en la Orden de los Frailes Menores y en el año 1848 recibió la ordenación sacerdotal. Con esmero y dedicación se ocupó de la enseñanza de las disciplinas teológicas y en la predicación, como también en el ministerio de la confesión y en la dirección espiritual. Poseedor de grandes dotes en el arte de la oratoria, a los veintisiete años, aparece en el escenario político en pro de la joven república Argentina, asumiendo, aún en contra de su voluntad, varias responsabilidades públicas, las que en ningún caso impidieron las actividades que le encomendaban sus superiores.

Luego de pasar brevemente a servicio de la diócesis de Paraná, movido por el empeño de una mayor perfección en la forma de vida franciscana, dejó Catamarca y se trasladó a Bolivia, primero a la ciudad de Tarija y luego a la de Sucre, donde desarrolló una amplia acción cultural: creó y dirigió el periódico “El Cruzado”, organizó y enriqueció la biblioteca donde residía; fue examinador sinodal en la Arquidiócesis de Sucre, rector y profesor en el Seminario Metropolitano; promovió y dio gran progreso a las confraternidades del Santísimo Sacramento y del Inmaculado Corazón de María. En el año 1872 renunció al haber sido propuesto como Arzobispo de Buenos Aires. Pasó algunos años en Bolivia, Perú, Ecuador y Tierra Santa. Regresó a Argentina en el año 1878, reasumió algunos cargos políticos hasta el año 1880, cuando el Sumo Pontífice, León XIII, lo designa como Obispo diocesano de la sede de Córdoba en Argentina. A pesar de haber sido breve su misión, la cumplió con gran fervor apostólico, ya sea en obras pastorales, como en su entrega y sacrificio en provecho de las almas.

Con constancia y firmeza anunció el Evangelio y la doctrina cristiana, favoreció la vida espiritual del pueblo y defendió la libertad y los derechos de la Iglesia. Recorrió infatigablemente los caminos y pueblos de la diócesis en sus visitas pastorales. Edificó a su grey por la santidad de vida y el testimonio real de las virtudes cristianas, las que ardientemente, pero en forma dedicada y humilde, practicó, intentando en todo seguir la voluntad de Dios. La fe iluminó su camino hacia la santidad y su ministerio pastoral. Con firmeza creyó en la divina revelación y en el magisterio de la Iglesia y tanto de palabra como por escrito difundió convencido el conocimiento y el amor a Dios y a la Iglesia. En el propósito de agradar a Dios en todo, evitó el pecado, corregía sus propios defectos y en manifiesta caridad vivió de la mejor forma la Regla de San Francisco, sus obligaciones sacerdotales y episcopales, como también su acción pastoral. Fomentó el espíritu religioso en sus hermanos franciscanos y nutrió al pueblo de su diócesis con el pan de la palabra de Dios y la frecuencia de los sacramentos. Se llegó a los humildes y socorrió a los pobres, brindó consuelo a los afligidos, a todos mostró el camino de las buenas obras; ante personas inoportunas y hostiles se condujo con paciencia; siempre recibió a todos con afabilidad, ánimo fraterno y comprensivo. Promovió la paz y la justicia; buscó y se preocupó por los que mal obraban a fin de reconducirlos a la buena senda. Con firmeza confió en Dios y no decaía ante las tribulaciones, dificultades o empeños difíciles. En el uso de los bienes temporales se condujo siempre según la pobreza que había profesado; obediente a sus superiores; ante sugerencias y modos de actuar procedió con debida prudencia; se mostró casto y moderado en el obrar. Tanto en la amistad con el Señor como en el apostolado, se fortaleció por la meditación de las Sagradas Escrituras, la liturgia, la oración imprecatoria, el culto eucarístico y marial, como también por sus mismos trabajos pastorales, lo que lo configuró con Cristo, el Pastor Bueno de las almas. Y sucedió que, en el servicio a los demás, en misión pastoral de la diócesis de Córdoba en Argentina, se encontró con la hermana muerte en la posta de “El Suncho”, el 10 de enero del año 1883.

La fama de santidad, de la que ya gozaba el Siervo de Dios en vida, se acrecentó enormemente después de su muerte. Entre los años 1923-24 se hicieron en Catamarca las investigaciones del caso; luego la Causa de beatificación y canonización, debidamente iniciada, resultó incluida en las Actas del Proceso Informativo, lo que se llevó a cabo entre los años 1930-1945 en la Curia de Córdoba, Argentina. En el año 1963 la Congregación emitió el decreto sobre la revisión de los escritos. En la misma Curia de Córdoba, entre los años 1963-1964 se hizo el Proceso Supletorio Adicional. El día 13 del mes de abril del año 1978 se divulgó el Decreto sobre la Introducción de la Causa. La que luego fue remitida al Oficio Histórico-Hagiográfico de la misma Congregación, cuyo trabajo elaborado, el 16 de noviembre del 2004, fue examinado por los Consultores Históricos con éxito positivo. Anteriormente, el primero de marzo del 2002 fue aprobada la validez jurídica del Proceso Ordinario, del Proceso Supletorio y de la investigación diocesana supletoria. El día 3 de febrero del 2006, dados los sufragios positivos, se dio lugar al Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos. Los Padres Cardenales y Obispos, en Sesión Ordinaria, congregada el 17 de octubre, siendo Ponente el Excmo. Mons. Pedro Jorge Nesti, C.P., Arzobispo emérito (de Camerinensi-Sancti Severino in Piceno), reconocieron que el Siervo de Dios vivió en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las anexas a las mismas.

Todo lo trabajado y aprobado fue presentado al Sumo Pontífice Benedicto XVI refrendado por el Cardenal Prefecto en cuidadosa redacción. Su Santidad, con los votos de la Congregación de las Causas de los Santos, ratificando lo referido, en el día de hoy declaró: “Constar que, las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad, tanto en relación a Dios como al prójimo, como también las cardinales Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza, y las anexas, fueron vividas en grado heroico por el Siervo de Dios Mamerto Esquiú, de la Orden de Hermanos Menores, Obispo de Córdoba en Argentina, en el caso y al efecto de lo que se trata”.

Este decreto, por tanto, fue hecho público y en actas de la Congregación de las Causas de los Santos el Sumo Pontífice ordenó se dejara constancia.

Dado en Roma, el 16 del mes de diciembre del Año del Señor 2006.

José, Card. Saraiva Martins
Prefecto

+ Eduardo Nowak
Arzobispo tit. Lumensis
Secretario

* El texto del Decreto en Latín fue traducido al Castellano por fray Jorge Martínez ofm.

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